jueves, 3 de junio de 2010

Lucía Ponce (Monce para sus compañeras)

----"¡Profe!", dijo al verme y fui preso de un Deja Vu. De sopetón, se me vino a la mente todos los recuerdos sobre ella.

Voy a hablarles sobre Lucía, una exalumna.

----"¡Hola Lucy¡, ¿qué sorpresa?", "¿qué fue de tu vida?", le respondí. Escaneándola rápidamente me di cuenta que de la delgada púber que conocí tan sólo quedaba la mirada. Estaba delante de una señora. Con hijos y todo.

Hablamos en menos de 10 minutos sobre muchas cosas. Todas superficiales. Hasta que le hice la pregunta de rigor. Le pregunté sobre los motivos de su - llamémosla - "ingratitud": "Nunca más regresaste al cole". De antemano, ya presentía su respuesta: "No guardo buenos recuerdos" - fueron sus palabras acompañadas de cierto gesto de molestia distante. Tenía mucha razón.

Lucía fue siempre una outsider. La chica excluida por sus compañeras. Una fuera de grupo que, para mal de sus males,  apellidaba Ponce y sus compañeras habían renombrado como “Monce”. Recuerdo que me molestaba sobremanera cuando ante una intervención suya sus compañeras de aula emitían sonidos despectivos poco sutiles que coronaban con un "...¡¡qué monce¡¡".  

Pero, para ser sincero, no podía culparlas del todo. De alguna manera, Lucía era diferente. Para empezar, Lucía no se llamaba Lucía. Se llamaba Catherine Ponce Alcántara. Y exigía que le dijeran Lucía nunca supe por qué. Tercamente quise contrarrestar esta obsesión por autonombrarse llamándola siempre tal como en su partida está: Catherine. Pero, mi insistencia no sirvió de mucho. Para mí, había en ello un problema de personalidad. Quizás todo este rollo le servía a la pobre Catherine para esconderse de aquel ambiente escolar de cuchicheos inmisericordes y reinvertarse en una Lucía fusible, lista para el sacrificio.

Por otro lado, Lucía o Catherine era extremadamente aplicada. De aquellas que preocupan. Nunca, por ejemplo, me dijo NO: "que si puedes hacerme el favor de llevar esto", "¡Sí profesor!", "que si puedes tomar asistencia", "¡Sí profesor!", "que debes estudiar para tu examen", "¡Sí profesor!". Pero un ¡Sí profesor! recontra aniñada tipo Candy que a sus compañeras irritaba y seré sincero a mí me preocupaba mucho. Además, era en extremo colaboradora: profesor le llevo los cuadernos, que sus plumones, que le presto lapicero azul....¡¡¡Basta, chica¡¡---¡ ¡Sí profesor!.

Recuerdo que yo tenía un análisis sobre esta situación. 

Lucía, o Catherine para mí, en ese sentido, encarnaba la obediencia y docilidad de la alumna ideal. Y según la racionalidad del salón, también personificaba la sobonería. En concordancia con la norma real que prima en las mentes y en las prácticas de las alumnas adolescentes en un aula, no se confiere reconocimiento a aquel o aquella que obedece. Se valora, más bien, a la que no se amilana frente a los adultos –dueños exclusivos del poder social tanto por su edad como por legitimación-. Entre ellas, se valora más vestirse a la moda, la más feminina, el tener pretendientes, entre otras actitudes. Nunca será aceptado, ni para los varones ni para las mujeres, entre otras cosas, lo que Lucía les recordaba ser: ser SERES dominados.

En fin, hablamos de muchas cosas en pocos diez minutos. Al despedirnos, le desee mucha suerte. Les sobé la cabecita a sus pequeños. Y los vi alejarse. Espero de corazón que a ellos, la vida escolar les trate mejor que a su mami. Espero que sepan defenderse de los velados rostros de la intolerancia y la discriminación en las aulas. Espero, que los Ponces se tomen su revancha. A lo lejos, me pareció escuchar un --¡¡Sí profesor¡¡.

1 comentario:

Madexist dijo...

Basto leer algo acerca de su punto de vista tan no estrecho para fundamentar mi teoría...

Siempre supe que detrás de esos ojos cándidos, había un detector sensible que, junto a una moral humana integra, indagaba desde su perspectiva lo que para muchos hubiera sido genial!!!... COMO? no entendi nada!! (imitandoloo)

Buenos deseos,
Ale (: