Hoy me tocó llevar a mi hijo al básquet. Así es, Zavalita, desde principios de este año, cada domingo del Señor, sacrifico mis cortísimas horas de sueño para llevar a mi vástago a un taller de este subestimadísimo deporte. Habiendo pasado ya varios meses, me alegro de haberlo hecho (babero por favor). Y es que me siento súper al ver cómo ha progresado mi chicuelo.
Hubieras visto Zavalita lo perdido que anduvo en la primera clase: deambuló toda la cancha y, lógicamente, nadie le daba pase. Los demás peleaban la pelota y mi hijitus -como buen niño de mamá - apenas corría. Fueron 30 minutos difíciles de sobrellevar pues en la tribuna en la que me senté, los comentarios de los padres también soñolientos eran poco agradables. Yo sonreía nomás pero por dentro estaba arrepentido de ni siquiera haberle advertido cómo se juega el básquet, o explicado algunas reglas básicas o al menos ver en Youtube las acrobacias de los Harlem Globe trotters o los saltos sobrehumanos de Michael Jordan o el coraje de Magic Johnson, megaestrellas del básquet USA. Y bueno, había que gritarle desde la tribuna: ¡¡Juega¡¡¡¡Marca, hijo¡¡¡.
No me chocó por eso la campaña de “El Bocón”, esa la del papá futbolero que sin misericordia critica a su calichín. Claro que el error del spot – censurado por la ministra de la mujer, y, por consecuencia, retirado de las tandas comerciales – era victimizar a un pequeño (para nada culpable de que su padre fuese un maldito perfeccionista), pero entiendo que el deseo era caricaturizar a ese pelinche grupo de ciudadanos- en el que a veces me incluyo- que no transa con la aceptación endeble y que, mucho menos, apaña la mediocridad; ese grupo que -sin decantarse hacia el pesimismo- se enerva con tanta imbecilidad envuelta en empaques de caramelos y halagos dulzones como cierto tipo de periodismo adulador con el que el periódico deportivo en cuestión desea marcar distancia.
Pero bueno, volviendo a lo de los chibolos y esta moralina hipocritona sobre la exigencia de sus padres, prefiero la sinceridad lírica alcanzada por el gran Joan Manuel Serrat en Esos locos bajitos : “…niño deja ya de joder…que eso no se dice, que eso no se toca” machacando a ese paternalismo impostado que algunos adoptan ridículamente frente a bebes ajenos o malcriando damianes a los cuales hay que celebrarles todo, y encumbra a ese otro grupo de censores y jueces que desea tensar ese carácter liviano de los críos formándolos para la vida sin transar con la hipocresía ni con la mediocridad.
A partir de aquella primera fecha de básquet, todo ha ido para mejor para mi hijo. Ahora las pelea todas. Pelota que ve, pelota que persigue. Bueno, bueno, le falta aún la técnica y destreza que la experiencia sabrá darle, mas estoy contento del progreso logrado. Puntos para él y puntos para el profesor que supo esperarlo, acompañarlo y a la vez, carajearlo a lo Natalia Málaga, a lo papá del Bocón, retándolo a no arrugar frente a equipos tipo claretianos, Markham o Pestalozzi que nos llevan lustros de ventaja pero que no por eso nos han de intimidar. Esa es la mejor lección: perder el miedo a la derrota anticipada. Odiar el perder. Y si va a pasar, perder a la uruguaya. Casi inmolándose. "Suave nomás con la pierna, hijo". "Ya papá".